
“La marea creciente levanta todos los barcos. » Durante décadas, esta frase de John Fitzgerald Kennedy expresó el consenso en torno al crecimiento económico. En la Francia de la posguerra, los sindicatos y los empresarios se peleaban por todo excepto por la necesidad apremiante de aumentar el tamaño del pastel.
Fue en la década de 1970, con el informe del Club de Roma (1972), titulado “Los límites del crecimiento”, cuando se empezó a cuestionar este consenso y apareció el tema del decrecimiento. Pero no fue hasta la primera década de este siglo cuando la crítica se impuso. En 2009, el libro de Tim Jackson apareció en rápida sucesión. Prosperidad sin crecimiento (De Boeck, 2017) y la Informe Stiglitz-Sen-Fitoussi en la medición del desempeño económico y el progreso social. El primero ponía en entredicho el objetivo de un crecimiento indefinido de la producción material, el segundo la naturaleza de los indicadores por los que se tendrá que medir la vara para apreciar el éxito de una economía.
De un cuestionamiento, por legítimo que sea, no necesariamente surge una alternativa. Desde hace varios años, los estadísticos han estado trabajando para definir una medida más adecuada del valor de la actividad económica. Pero a pesar de su terquedad, estos esfuerzos no han dado como resultado un sustituto satisfactorio del producto interno bruto (PIB). Los cuadros de mando basados en una multiplicidad de indicadores tal vez solo susciten indiferencia, incluso cuando, como en Francia, son objeto de una definición legislativa. El índice de desarrollo humano publicado por las Naciones Unidas tiene la ventaja de ilustrar de manera llamativa que la prosperidad compartida y el crecimiento no son lo mismo, pero su definición está imbuida de un vacío.
Sobre todo, estas alternativas no ofrecen un sistema contable capaz de servir de marco para medidas sectoriales o para la contabilidad de empresas y hogares. La gran debilidad del PIB es llevar la huella del contexto histórico en el que fue concebido, pero su gran fortaleza es ser la piedra angular de un sistema coherente de contabilidad económica.
Supuestos estándar
Estos temas, que podrían aparecer sin un interés inmediato, adquirieron una nueva importancia en la perspectiva de la transición climática. En ausencia de buenas medidas de desempeño, observó el informe Stiglitz-Sen-Fitoussi, los tomadores de decisiones están en efecto «como pilotos que intentan mantener un rumbo sin tener una brújula confiable». En términos concretos, el PIB puede ser una medida adecuada de la producción, pero ciertamente no proporciona una buena medida del bienestar y no puede tomarse como una guía para dirigir la transición, ya que ignora la noción misma de sostenibilidad.
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