I¿El conflicto por las pensiones revela también una vida en el trabajo que carece de sentido y no responde a las expectativas individuales ni a los problemas colectivos contemporáneos? Este diagnóstico de la situación de los salarios es ahora confirmado por las recientes Conferencias del Trabajo, cuyo primer informe esboza las principales reformas a realizar (“Reconsiderando el trabajo”por Sophie Thiéry y Jean-Dominique Senard, Consejo Nacional para la Refundación, abril de 2023).
Para sus autores, restaurar el sentido del trabajo requiere en particular una «revolución empresarial», lo que implica una mayor autonomía del personal y la consideración de las aspiraciones individuales. Estas orientaciones se ven como una continuación lógica de la ley Pacte, que introdujo, de forma voluntaria, la razón de ser de las empresas y la noción de «empresa con una misión».
O bien, el informe señala que el malestar en el trabajo afecta tanto al sector público como al privado. ¿No deberíamos extender a todos el modelo de la sociedad basada en la misión si queremos garantizar una reorganización del trabajo? Claramente, el sector público y el sector privado han sido sacudidos por los mismos choques: aceleración e intensificación de avances técnicos, extensión de la competencia global, aumento de amenazas ambientales y climáticas. Y, a pesar de sus diferencias, el mismo cambio en los modelos de gestión ha erosionado la relación con el trabajo.
Revisión de la gobernanza
El capitalismo de accionistas ha reaccionado a estos choques con objetivos exclusivamente financieros ya menudo desproporcionados. Además del descuido de los impactos ambientales, esto ha llevado a dos mandatos gerenciales antagónicos: por un lado, la multiplicación de normas y procesos de control del trabajo; por otro lado, la incesante reestructuración de empresas y oficios.
En el sector público, es la interacción de restricciones, limitaciones de personal y cambios estatutarios lo que ha constituido la respuesta recurrente a los tsunamis tecnológicos y competitivos. De ahí las especificaciones simplistas y rápidamente obsoletas que, por falta de autonomía de las empresas públicas en la definición de su misión, han llevado a estandarizar actividades y actuaciones, a veces ajenas al horizonte significativo de estas instituciones.
Así, tanto en lo público como en lo privado, la combinación de normas incapaces y organizaciones efímeras erosionó el sentido del trabajo, antes de convertirse en tóxico para los más vulnerables. La revolución obrera ha pasado, por tanto, por la revisión de la gobernanza de las empresas privadas y de los organismos públicos.
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