El Día de la Victoria se ha convertido para la sociedad rusa en un recordatorio del estancamiento de su “operación militar especial” contra Ucrania. Vladímir Putin ha presidido este jueves en la Plaza Roja de Moscú su tercer desfile militar desde que ordenó a sus Fuerzas Armadas la toma de Kiev, la capital de Ucrania. La Gran Guerra Patria, el triunfo sobre el Tercer Reich en la II Guerra Mundial, le tomó cuatro años a la Unión Soviética. “Rusia está atravesando un periodo de transición difícil. El destino de la patria, su futuro, depende de cada uno de nosotros”, ha aleccionado Putin a sus tropas desde el púlpito, donde la presencia de líderes internacionales se contaba con los dedos de las dos manos.
El frío y una nevada en pleno mayo no ayudó al lucimiento del desfile militar. Tampoco que cayese en jueves y los rusos pudieran disfrutar de cuatro días de puente, ni que por motivos de seguridad se suspendiesen otros actos paralelos tanto en Moscú como en el resto del país. Muy poca gente se acercó a ver la marcha de los vehículos por el centro de la capital, donde las autoridades suspendieron por primera vez el desfile del llamado Regimiento Inmortal. Esta iniciativa, una marcha ciudadana con los retratos de los abuelos y padres que sufrieron la II Guerra Mundial, surgió de forma espontánea la década pasada, pero acabó siendo apropiada y politizada por las autoridades rusas.
El Kremlin concedió un puesto de honor a los militares que protagonizaron la ocupación de Bucha, donde las tropas ucranias encontraron cientos de cadáveres de civiles al liberarla en abril de 2022. Según el medio ruso Agentstvo, el mayor Borís Dudko, condecorado Héroe de Rusia, presenció el desfile sentado justo detrás de Putin; mientras que el líder de la unidad, el coronel Azatbek Omurbekov, encabezó una columna de tanques en el desfile de la ciudad siberiana de Jabárovsk.
La jornada “más sagrada” de Rusia fue en otros años una exhibición de fuerza del ejército ruso. Sin embargo, en esta ocasión el único carro blindado que cruzó la Plaza Roja fue un viejo T-34 de la II Guerra Mundial al que siguieron unas seis decenas de vehículos, la mayoría transportes blindados —los Tigr-M, Taifun-K y varios BTR— y varios sistemas lanzamisiles que protagonizan hoy los bombardeos de Ucrania: el antiaéreo de última generación S-400, la lanzadera de misiles hipersónicos 9K720 Iskander y la punta de lanza de las fuerzas nucleares rusas, el sistema de cohetes balísticos Yars.
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“Rusia hará todo lo posible para evitar un conflicto global, pero al mismo tiempo no permitiremos que nadie nos amenace. Nuestras fuerzas estratégicas están siempre listas para el combate”, ha declarado Putin en su segunda amenaza esta semana. El mandatario ordenó este lunes que la segunda línea de sus fuerzas nucleares, las unidades capaces de lanzar bombas tácticas para intentar doblegar al rival a través del terror a una hecatombe nuclear, realicen “en breve” nuevos ejercicios militares.
Además de la ausencia de los carros blindados, muchas unidades de a pie que desfilaron en 2022 no lo hicieron este año. La única gran novedad ha sido la exhibición aérea con 15 aparatos, pese a las inclemencias climatológicas.
Los problemas para abastecer el frente podrían haber impulsado al Kremlin a mencionar la carta nuclear. Las imágenes de satélite de los depósitos de armas rusos analizadas por el Instituto para el Estudio de la Guerra sugieren que Moscú está sosteniendo “en gran medida” su esfuerzo bélico “con material retirado de los almacenes en lugar de la fabricación a cierta escala de armas y vehículos”.
No hay familia en Rusia, Bielorrusia, Ucrania y otros países del este que no hubiera tenido o sufrido la pérdida de algún ser querido en el frente durante la II Guerra Mundial. Hoy, el Kremlin trata de trazar un hilo histórico entre el dolor provocado por la Alemania de Hitler con su invasión de Ucrania para justificarla. “El revanchismo, burlarse de la historia, el deseo de justificar a los actuales seguidores de los nazis, son parte de la política de las elites occidentales para incitar cada vez más conflictos regionales”, ha manifestado Putin.
Guiño a China
El líder ruso reescribe la historia para justificar su ambición expansionista. “Durante los primeros tres largos y difíciles años de la Gran Guerra Patria, la Unión Soviética luchó contra los nazis casi uno contra uno mientras casi toda Europa trabajaba para el poder militar de la Wehrmacht”, ha declarado Putin. Para cuando comenzó la invasión de la URSS en junio de 1941 en las fronteras de lo que era Polonia dos años antes, el Reino Unido ya resistía al azote de la Luftwaffe, los partisanos franceses luchaban en la clandestinidad, y en los Balcanes y África se hacía frente a la maquinaria bélica de Hitler.
El mandatario también hizo un guiño a Pekín, su principal apoyo económico y político en su campaña militar contra Ucrania. “Rememoramos el coraje del pueblo de China, que luchó por su independencia contra la agresión del Japón militarista”, ha enfatizado Putin en un dardo contra Tokio. La tensión con el país nipón es cada vez mayor. El Kremlin ha reforzado su colaboración militar con el régimen norcoreano, que le provee a cambio de munición, y Japón ha enviado ayuda a Ucrania. Y de fondo está la disputa por las islas Kuriles, tomadas por la URSS en la II Guerra Mundial. Moscú ha prohibido recientemente el paso de buques extranjeros por sus aguas.
El Kremlin no invitó a los líderes de los países que considera “inamistosos” por no apoyar su ofensiva sobre Ucrania. Sin embargo, tampoco contó con una representación masiva del resto del mundo. En la tribuna de invitados estuvieron presentes los líderes de las cinco repúblicas de Asia Central con las que Moscú mantiene una estrecha relación económica y política, Kazajstán, Kirguistán, Uzbekistán, Tayikistán y Turkmenistán, y de otros cuatro países aliados: Bielorrusia, Cuba, Laos y Guinea-Bissau.
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