Durante dos días, argentinos de diversas religiones debatieron temas de actualidad. Y les emocionó que León Gieco cantara frente al Papa.
Hace más de un año teníamos en el horizonte los diez años del pontificado del Papa Francisco. Teníamos planeado realizar una conferencia académica en el Vaticano y titularla “De Jorge a Francisco; de Argentina para el Mundo”. Es común escuchar en Argentina, especialmente de católicos, comentarios muy críticos hacia el Papa. No hace falta entrar en detalles ya que uno de nuestros problemas suele ser mirar a Francisco por lo que sale en nuestros medios; si dijo esto, si se tomo una foto con fulano o le mando un rosario a zutano…
En una ocasión, cuando yo era su vocero en Buenos Aires, escribí un comunicado de prensa sobre todo lo que iba a pasar en Semana Santa. Habíamos organizado un Vía Crucis por la Avenida de Mayo, desde la Plaza del Congreso hasta la Plaza de Mayo. El cardenal terminaría hablando desde un podio frente a la catedral. Como ya había escrito lo que iba a decir, mandé la homilía con embargo para que los periodistas pudieran trabajarla a tiempo. Esa noche del Viernes Santo hubo un diluvio en la ciudad y el Vía Crucis quedó suspendido y, por tanto. no pronunció la homilía.
A la mañana siguiente, en primera plana, un importante matutino titulaba: Impresionante manifestación de fe, miles de personas en Avenida de Mayo, etc., etc., etc… Cuando lo vi, me pregunté cuál había sido la realidad. : ¿la que protagonizamos? que estábamos en el Congreso cuando empezó a llover o lo que decía el periódico? No tengo ninguna duda de que los miles que no fueron a leer el periódico le creyeron más. Tengo la impresión que nos pasa lo mismo a los argentinos con los medios y Francisco.
Cuando organizamos el congreso, no lo hicimos como un homenaje al Papa. Él no lo habría aceptado. No le gustan los homenajes. Lo hicimos fundamentalmente para exponer en el Vaticano algunos ejes temáticos que veníamos trabajando desde el Instituto de Diálogo Interreligioso (IDI) en Argentina que van en la línea, digamos, de las políticas de Estado de la Santa Sede: las periferias, la educación, el trabajo, el medio ambiente, el diálogo interreligioso.
Al leer la declaración final, el excanciller Adalberto Rodríguez Giavarini afirmó que “los temas desarrollados en este congreso han sido la agenda internacional de todos los líderes mundiales. No sé cómo podemos pensar que no hay lugar para el optimismo ante un proceso de cambio como el que tenemos, en el que caen muchos paradigmas y emergen muchos otros desde el campo religioso, que propone una agenda diversa que supera muchos de los conflictos antiguos”.
La última palabra fue de Fernando Straface, funcionario de la CABA, quien señaló: “Los inspiradores de este congreso nos invitaban a enriquecer e incorporar nuevos elementos a la noción de una sociedad de destino compartido. Hagamos todo lo posible por construir la mejor Nación que podamos y como me dijo un importante líder religioso: ‘Nunca olvidemos dejar un pequeño porcentaje a Dios que Él cuidará’.
Al día siguiente nos reunimos en la Plaza de San Pedro. Entramos al Palacio Apostólico, en un increíble recorrido precedido por la Guardia Suiza. Atravesamos patios, subiendo las magníficas escaleras de este lugar cargado de historia, para encontrarnos con el 266 sucesor San Pedro, en la imponente Sala del Consistorio. Recibimos a Francisco con un aplauso. Después de unas palabras nuestras, Francisco, hablando desde el corazón, ponderó el valor del diálogo con varias anécdotas. Finalmente, se tomó el tiempo de saludar y escuchar a cada uno de los presentes: éramos 114.
Mi amigo y maestro Ricardo Celma le regaló un cuadro enorme que había pintado especialmente para él y lo miró con admiración. Después León Gieco, como oración común, cantó «Solo le pido a Dios»… que también cantamos todos. Emocionados fuimos a los jardines del Vaticano, donde plantamos un olivo con tierra traída de Plaza de Mayo donde, con el cardenal Bergoglio, plantamos otro en el año 2000 pidiendo la paz. También con tierra que trajimos de Luján. Espero que la patrona de la patria lleve pronto esa paz al corazón de todos los argentinos, y que “la muerte seca no nos encuentre sin haber hecho lo suficiente” para lograrla.