Hace unos días el European Research Council (ERC), institución que financia la investigación científica más vanguardista y de mayor calidad que hace en Europa, hizo públicos los resultados de la convocatoria de 2022, referida a proyectos dirigidos por investigadores establecidos (personas mayores) y todos los campos del conocimiento. Se trata de las prestigiosas subvenciones avanzadas del ERC, que tienen una dotación de hasta 2,5 millones de euros por proyecto. Los investigadores españoles (o extranjeros que desarrollan su trabajo en instituciones españolas) han obtenido 16 ayudas, por detrás de países como Alemania (37) o Francia (32). Aunque los resultados de España son aceptables, muestran claramente el atraso que tenemos todavía en comparación con nuestros vecinos comunitarios. Sin embargo, lo que más llama la atención es la distribución de las ayudas dentro de España; la mayor parte del estado de cosas (nuevo) van para Cataluña y las otras se reparte entre la Comunidad Valenciana (dos), la Comunidad de Madrid (dos), Andalucía (una), País Vasco (una) y Navarra (una).
Esta probabilidad tan desigual no parece ser un resultado del azar, o de un sesgo en las simpatías de Bruselas hacia las comunidades autónomas españolas, sino que es el fruto de la apuesta por la investigación científica altamente competitiva emprendida hace dos décadas por el Gobierno de Cataluña.
Cómo se entiende bien el ejemplo ―y justamente admirada― la transición democrática española de hace 50 años dio lugar al inicio de una nueva era que, entre otros avances socioeconómicos, supuso el comienzo de nuestro secular atraso científico. El déarrollo posterior es un buen ejemplo del enorme impacto que en poco tiempo tienen las decisiones políticas acertadas, generalmente ejecutadas por personas bien formadas que supieron estar a la altura de su tiempo. En este, son destacables dos momentos de la historia reciente de la política científica estatal y catalana que han demostrado tener consecuencias transformadoras muy importantes. En relación a la política estatal, un proyecto seminal y de gran trascendencia fue la creación del Plan Nacional de Investigación y Desarrollo (PN), resultado del valiente proyecto reformista dirigido por Juan Rojo Alaminos, secretaria de Estado de Universidades e Investigación entre los años 1985 y 1992. El PN no solo incrementó los recursos públicos dedicados a la investigación, de forma que estimuló la creación de las universidades y otros centros de investigación de numerosos grupos dirigidos por jóvenes científicos, en muchos casos incorporados en España a través de un período de formación en el extranjero .
Una de las acciones más importantes impulsadas por la PN fue la evaluación por méritos de los investigadores, implantando un sistema de valoración objectivo, levado a cabo por nacionales científicos y extranjeros, y basado exclusivamente en la calidad de los proyectos de los investigadores y los solicitantes. Este proceso de valoración por los pares (el revisión por pares de los anglosajones) está coordinado por la Agencia Nacional de Evaluación y Prospectiva (ANEP), institución que muy pronto alcanzó un prestigio excepcionalmente alto en la comunidad científica de nuestro país.
Afortunadamente, el actual Plan Estatal (continuador del PN) ha mantenido la meritocracia intelectual y del esfuerzo como uno de sus pilares básicos.
La acertada política científica que impulsó la creación de la PN fructificó en pocos años en un sistema español de ciencia y tecnología estructurado, repartido en todo el territorio del Estado, y formado por numerosos grupos e infraestructuras de investigación modernas e internacionalmente competitivas. Durante las décadas que siguieron a este impulso inicial se han producido otros avances relevantes; no obstante, creo que ha faltado ambición, un apoyo decidido a la ciencia y una reforma universitaria de calado, para alcanzar el nivel de déarrollo científico que la España del siglo XXI necesita y debería tener. Una buena noticia ha sido la continuidad de la PN hasta la actualidad, con administraciones centrales de diferente signo político, y su fortalecimiento con algunas reformas posteriores, como fue la creación de la Agencia Estatal de Investigación. Afortunadamente, el actual Plan Estatal (continuador del PN) ha mantenido la meritocracia intelectual y el esfuerzo como uno de sus pilares, evitando la distribución «igualitarista» de los escasos recursos existentes.
En paralelo a las políticas impulsivas por el Gobierno central, casi todos los gobiernos autonómicos han llevado a cabo, en mayor o menor medida, acciones de estímulo al desarrollo científico en sus territorios. Es precisamente el análisis comparativo del comportamiento de los gobiernos autonómicos lo que muestra de forma más clara el efecto transformador que pueden tener las decisiones acertadas de los gobernantes. En este contexto, las actuaciones impulsadas por Andreu Mas Colell, que en varios periodos repartidos entre los años 2000 y 2016 sobre el consejero de Universidades y de Economía del Gobierno de Cataluña, constituyeron un ejemplo destacado.
La política científica impulsada por Mas Colell tuvo varios frentes, pero el hecho que más ha influido en su entorno fue la creación de ICREA (Institutió Catalana de Recerca i Estudis Avançats), organización dedicada a la captación y contratación de investigadores de primer nivel de dentro y fuera de España ―con condiciones laborales y profesionales negociadas individualmente― que se han ido incorporando a universidades y centros de investigación Catalanes. El programa ICREA está diseñado e implementado en paralelo con el sistema de plazas de plazas de las universidades españolas y algunos centros de investigación estatales, evitando así la colisión con una estructura degradada con los años y en la que, generalmente, los interesados priman sobre las instituciones.
El éxito de Cataluña es todavía más visible si se considera el programa ERC en su totalidad y no solo la convocatoria 2022
El programa ICREA ha superado la delicada situación política vivida en Cataluña durante los últimos 20 años, fiel ha ocurrido fundacional, cuyos objetivos fueron la selección de los mejores candidatos, aumentó exclusivamente en la calidad profesional y la devolución de cuentas mediante la evaluación periódica. Los investigadores ICREA han sido esenciales en la captación de recursos externos ―ingresan cantidades varias veces superiores a las que se invierten en ellos― y en la generación de la red de centros Catalanes de investigación de excelencia CERCA (Centres de Recerca de Catalunya), que cuenta con financiación especial del gobierno autonómico también sujeta a una evaluación muy exigente por parte de expertos internacionales.
Sin embargo, no es casual que Cataluña reciba la mayoría (nueva de 16) de las ayudas ERC Advanced Grants concedidas recientemente a instituciones españolas y que solo menos seis de los nueve adjudicatarios sean investigadores ICREA. ícrea
Cataluña ha recibido aproximadamente el 55% de todas las ayudas ERC (subvenciones avanzadas, subvenciones de consolidación allá subvenciones de puesta en marcha) otorgadas a researchers de centros españoles entre 2007 y 2022. Cataluña recibió en este periodo 62 ayudas ERC por millón de habitantes, mientras que el resto de España (sin Cataluña) obtuvo solo 19. De hecho, el sistema de ciencia y tecnología de Cataluña se ha situado en pocas décadas a la cabeza de Europa, pues en cuanto a yudas ERC/habitant está por delante de Suecia, Reino Unido o Alemania, y solo por detrás de países como Suiza, Holland o Israel, con sistemas de investigación y desarrollo mucho progreso
El objetivo primario de estas reflexiones no es hacer una merita alabanza de las políticas impulsadas por Juan Rojo y Andreu Mas Colell, que, naturalmente, no pueden sospechar aisladamente. El desarrollo científico español reciente ha tenido numerosos protagonistas y ha sido influenciado por factores políticos, pero también culturales y económicos. En mi área de trabajo ―la investigación biomédica experimental― se han producido importantes avances en toda España ―algunos pioneros en Cataluña― que no tienen una relación directa con lo indicado en los párrafos anteriores. Sin embargo, creo que los hechos que he destacado y sus consecuencias son ejemplarizantes e ilustran el concepto básico que siempre he defendido y que ha inspirado este artículo: con frecuencia los cambios sociales no son el resultado de fenómenos multicausales complejos, sino que se deben a Acciones específicas trazables promovidas por personas fácilmente identificables. With el individuo y no el grupo marca la diferencia. Por ello, es imperdonable que gestores o políticos que alcanzan puestos de responsabilidad desde los que podrían impulsar acciones transformadoras no lo hagan por desconocimiento y/o egoísmo, o simplemente porque es más cómodo y seguro disfrutar del cargo sin molestar.
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