Un mensaje con una voz distorsionada y tono de ultratumba llegó en la mañana de este lunes al teléfono de Mustapha Ibrahim, de 62 años, un palestino del norte de Gaza refugiado desde los primeros días de la guerra en la ciudad meridional de Rafah. Se trataba de una orden de evacuación. El interlocutor pedía en lengua árabe a los vecinos de varios barrios de esa localidad, considerados zona de combate desde ahora, que se fueran hacia el norte, en dirección a Jan Yunis. Pero el mensaje en tono amenazante alcanzaba los móviles de los que viven fuera del área afectada, como el propio Mustapha Ibrahim, que habita cerca. La gente vive “conmocionada” y con “miedo” ante la decisión de dónde y cómo irse, porque “es difícil tomar una decisión de irse o no por las mentiras de Israel”, lamenta a través de mensajes.
Tras el bloqueo de las negociaciones para alcanzar un alto el fuego y el ataque de Hamás que mató a cuatro militares israelíes el domingo, el Estado judío anunció a primera hora del lunes que ponía en marcha la operación sobre Rafah, último extremo de la Franja que les queda por invadir y cuya primera fase es la referida evacuación de civiles. Mientras tanto, el ejército ha seguido bombardeando esa población desde el aire. En la noche del lunes al martes lo hacía con ataques “selectivos” mientras las partes enfrentadas intentaban que la puerta de la tregua no se cerrara del todo.
A lo largo de la tarde del lunes, en una nueva montaña rusa de expectativas, Hamás ha anunciado que acepta la propuesta de tregua entregada por Qatar y Egipto. Aunque el primer ministro Benjamín Netanyahu cree que están “lejos” anunció a última hora del lunes el envío de una delegación a El Cairo tras una reunión del gabinete de guerra. Al mismo tiempo, aseguró que mantiene su plan en Rafah para presionar a la milicia palestina para que entregue a los cautivos.
“Para mí sería una sorpresa absolutamente increíble que lo de Rafah se acabara diluyendo”, sostiene Jesús Núnez Villaverde, codirector del Instituto de Estudios sobre Conflictos y Acción Humanitaria (IECAH). Cree que en los siete meses de guerra, Natenyahu ha sido capaz de gestionar las presiones dentro de su Gobierno, con los militares y con EE UU y “día tras día ha estado machacando” Gaza. Eso no quita, añade, que finalmente resuelva Rafah con “golpes selectivos” en vez de con una invasión por tierra clásica. En todo caso, las supuestas cortapisas que estaría poniendo EE UU a Israel entiende que son una “pantomima” y lo que realmente cuenta es el apoyo aprobado en abril de 25.500 millones de dólares del presidente Joe Biden.
Pese a la falta oficial de acuerdo, en la Franja se vivieron algunas escenas de júbilo y las familias de los secuestrados israelíes saludaron el paso dados por la milicia fundamentalista de anunciar su visto bueno al plan. “Ahora es el momento de que todos los involucrados cumplan con su compromiso y conviertan esta oportunidad en un acuerdo para la devolución de todos los rehenes”, señalaron en un comunicado. “Yo parto de la idea de que a Israel no le interesa la tregua y que en cada momento buscará la disculpa que haga falta para decir que no puedo aceptar las condiciones de Hamás”, opina el analista Núñez Villaverde.
La iniciativa que defiende Hamás prevé, en tres fases (de 40, 42 y 42 días respectivamente) a lo largo de cuatro meses, la liberación escalonada de rehenes, la salida de tropas israelíes de los núcleos de población de Gaza, el retorno de los desplazados a sus lugares de origen y el comienzo de la reconstrucción de la Franja, según detalles adelantados el pasado miércoles por el diario libanés Al Akhbar.
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Israel se encuentra solo en su decisión de lanzar a sus tropas sobre Rafah en medio de las críticas generalizadas de la comunidad internacional. Pero reina cierto clima de impunidad que algunos critican. “Con sus fondos multimillonarios y su apoyo armamentístico directo, las naciones más poderosas han dado de facto carta blanca a Israel para cometer crímenes de guerra”, denuncia en un comunicado Franc Cortada, director de la ONG Oxfam Intermón, en reacción a la operación anunciada para Rafah.
“Espero que haya una intervención urgente para detener esta masacre y esta guerra”, suspira hastiado Mustapha Ibrahim desde Rafah. En este sentido, cree que solo Estados Unidos tiene el poder de influencia necesario sobre Israel y “quien no lo impida será cómplice de genocidio”. Mientras tanto, “lo que hay que hacer es intentar sobrevivir, aunque es difícil”, zanja. Para muchos, eso significa cargar en sus vehículos, cuando lo tienen y disponen de combustible, lo imprescindible y marcharse de Rafah, como muestran las imágenes que llegan en las últimas horas. Allí, junto a la frontera con Egipto, viven en torno a 1,5 millones de desplazados llegados de otras zonas de Gaza, que tiene una población total de 2,3 millones de habitantes.
La Franja está a punto de entrar en el octavo mes de una contienda, que arrancó el 7 de octubre, cuando Hamás asesinó a unas 1.200 personas y secuestró a unas 250, según cifras oficiales. la respuesta militar israelí ha causado ya más de 34.700 víctimas mortales en Gaza.
En medio de una descomunal crisis humanitaria, básicamente por el bloqueo israelí a la ayuda, Mustapha Ibrahim no se queja de la falta de agua, electricidad o comida. En estos momentos, bajo la actual amenaza de evacuación e invasión, hay algo que echa en falta por encima de todo: “Seguridad”, responde tajante. Vive acogido junto a su mujer, de 59 años, en casa de sus hermanos desde que dejaron la suya en el barrio de Rimal de Ciudad de Gaza a mediados de octubre. Allí quedó su coche bombardeado. Entre todos dedican la tarde del lunes a tratar de aclarar qué van a hacer tras el último aviso de Israel. Si se van de inmediato, si esperan unos días… El barrio en el que habitan está próximo a la zona que el ejército israelí ha ordenado evacuar. Podrían, de momento, quedarse, pero no se fían y, como el resto de los vecinos, son presa de la incertidumbre una vez más.
“La población está reviviendo la misma experiencia que tuvo ya con otras ciudades. Gaza, Yabalia y Jan Yunis. La gente escucha los sonidos de los bombardeos, desconfía de Israel que solo pide que haya desplazamientos. No hay un lugar seguro. No ha habido seguridad en ningún momento en Rafah, bajo los bombardeos aéreos. Y, ahora, con la amenaza de invasión terrestre, esto es más peligroso”, describe este analista político y miembro de la junta directiva de la ONG palestina de derechos humanos Addameer.
A la vez que responde a las preguntas de EL PAÍS a través de mensajes, Mustapha Ibrahim adjunta imágenes captadas con su móvil de las columnas de humo de los bombardeos que mantiene Israel sobre la localidad. Calcula que esos ataques tienen lugar a un kilómetro de la vivienda que ocupa junto a su familia. Delante, una explanada donde se levantan decenas de tiendas de campaña que dan cobijo a desplazados de otras zonas de la Franja.
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